Os dejo el capítulo que escribí para el e-book del gran Alexander Briceño "Construyendo la nueva Seguridad y Salud en el Trabajo". Podéis descargar el libro en este enlace.
EVANGELIZANDO LA PREVENCIÓN
Estoy en la prevención desde 1995, fecha que coincide con mi primer contrato laboral serio y la promulgación de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales en España. Es una mera coincidencia, sin más. En estos 18 años me he dedicado siempre a la prevención. Al inicio, desde la seguridad vial y luego, más ampliamente, desde los riesgos profesionales. No negaré que el tema me apasiona.
A lo largo de estos años hemos ido pregonando por las empresas de todo el territorio las bondades del sistema de gestión de la seguridad y salud adoptado por el estado español. El desconocimiento era la primera reacción a nuestras explicaciones; el rechazo, la siguiente. Y sin embargo hemos ido propagando la “palabra del Señor” a todos los lugares donde hemos ido, a cada cual más remoto. Hemos ido evangelizando la prevención, como dice un buen amigo.
Estas son algunas de las respuestas recurrentes con las que nos topamos: “Esta máquina no se usa”; "Normalmente esto no está así”; “Esto no sirve para nada”; "No me pongo los equipos de protección porque total sólo es un momento”, “No, si nunca pasa nada”; “Llevo 40 años trabajando sin guantes y nunca me he accidentado. ¿El dedo que me falta? No, eso fue un día que me despisté…”
Todo ello deriva en que nuestro trabajo no se pueda realizar con la calidad con que se debería: la mayoría de empresas quieren que les analicemos lo mínimo posible. El hecho es paradójico y es un reflejo de la condición humana. Normalmente somos ajenos al peligro y nos creemos “inmortales”.
Pero la realidad es otra. Por desgracia somos humanos y cometemos errores, y los accidentes ocurren sin tener en cuenta nuestra “inmortalidad”: accidentes de tráfico, accidentes de trabajo, accidentes cardiovasculares, etc. Somos vulnerables. Lo interesante, por tanto, está en prevenir y poner remedio a estos errores que devienen en accidentes, y ello empieza por fomentar la cultura preventiva.
No se crean que soy catastrofista, al contrario. Estamos en el buen camino, pese a lo que en ocasiones se quiere hacer creer. No llegamos a la excelencia, pero los avances que se han conseguido en los últimos 30 años en todo el mundo son impresionantes. Posiblemente la era en la que más se ha avanzado en mejoras de las condiciones laborales de toda la humanidad. Es decir, no estamos perfectos, pero estamos infinitamente mejor que al inicio de las últimas tres décadas. Y, por tanto, vamos en la buena línea, en línea ascendente.
Cuando yo era chico, se circulaba en ciclomotor sin casco, en automóvil sin cinturón, los médicos fumaban en la consulta... Hoy en día no podemos concebir el conducir sin casco o sin cinturón, o que se fume en un espacio cerrado, y menos en una consulta médica. Es un tema cultural que ha ido calando en nuestra conducta.
Estas mismas actitudes son las que estamos inculcando con el cambio de cultura preventiva, para que todo operario actúe de forma preventiva con total normalidad, como un hábito, como algo que fluya de forma natural. Y el cambio ya está aquí, y es lento pero evidente y notorio.
Debemos superar los distintos miedos y comprender que el camino hacia el éxito empresarial está en proporcionar estabilidad y seguridad a los empleados, y que ellos sepan valorar este esfuerzo colectivo para implicarse al máximo y dar lo mejor de sí.
El concepto clave es el compromiso. Un empleador que sepa comprometer al empleado tiene plenas garantías de conseguir buenos resultados. Y ello se consigue desde la transparencia corporativa.
Los accidentes suceden, y se deben intentar evitar y minimizar, pero soy de los que opina que pese a que el objetivo es el cero accidentes, es un ideal que es complicado conseguir. El factor humano, la fuerza mayor, el caso fortuito o el azar son elementos sobre los que podemos incidir, pero que en ocasiones no podemos atajar. Por tanto, pongamos en conocimiento de los empleados los riesgos a los que están expuestos, pidamos que nos propongan soluciones, impliquemos a toda la organización en esta lucha, hagamos un seguimiento de la misma, revisemos lo que hayamos hecho al respecto, y volvamos a empezar.
La experiencia de estos años nos ha demostrado que las organizaciones que han actuado en este sentido han conseguido un descenso importantísimo de la siniestralidad y, a su vez, un aumento de la productividad, motivada no tanto por el menor número de accidentes sino por el enorme compromiso de los empleados que han valorado que se les implique en la búsqueda de soluciones y que se les haya transmitido el riesgo con total transparencia.
Todos los empresarios que han actuado de este modo hoy en día ven su actitud anterior como errónea e indican que no volverían nunca atrás. Pero es complicado llegar hasta ahí, porque estamos hablando de intangibles, de cambio de cultura. Y para ello trabajamos día a día, evangelizando la prevención.
Como dijo el poeta catalán Miquel Martí Pol: “Todo está por hacer y todo es posible”.Joaquim Ruiz
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